Albert Rivera y Pablo Iglesias tal vez estén a punto de cometer errores garrafales que les cierren el camino hacia el gobierno de España. Apoyar la investidura de la socialista Susana Díaz como presidenta de los andaluces es un auténtico suicidio para ambos porque tanto Ciudadanos como Podemos han nacido y crecido empujados por los damnificados del actual sistema y por los que desprecian a los viejos partidos y sueñan con una España política distinta y mejor.
¿Acaso creen que un partido como el PSOE de Andalucía, que lleva mas de treinta años nadando en la corrupción, el clientelismo, el amiguismo y decenas de modalidades de abuso de poder, va a cambiar de conducta cuando su poder se basa, precisamente, en el reparto de privilegios y ventajas entre los suyos?
Es evidente que el PSOE y Susana Diaz pueden prometer todo lo que sea necesario con tal de alcanzar el poder porque saben que sin nada que repartir entre sus clientes y militantes, el partido, que ya no posee ni ideología, ni altruismo, ni grandeza, se diluirá como un azucarillo.
El apoyo a la investidura de Susana Díaz ha convertido en un verdadero test para los partidos políticos, que se sienten presionados por esa parte de la ciudadanía andaluza que no se explica cómo los socialistas han sido votados y premiados con la victoria electoral a pesar de que son protagonistas y culpables de terribles casos de corrupción y que son también los principales responsables del atraso y las carencias de Andalucía, que ocupa desde hace décadas un lugar de honor en la cola de Europa.
El PSOE, para obtener los votos que necesita para gobernar, ha ofrecido a los partidos privilegios y cargos, como ha hecho siempre, pero el problema es que ahora hay millones de ciudadanos que están atentos y vigilantes y no quieren pactos con los corruptos.
Los socialistas tienen una larga tradición y experiencia en gobernar con partidos distintos, a los que han atraído siempre a cambio de poder y privilegios. En el pasado, han gobernado Andalucía con el Partido Andalucísta y con Izquierda Unida, dos partidos a los que los ciudadanos castigaron después por haber vendido su ideología y principios a cambio de participar en el reparto de la tarta.
En el presente, el PSOE andaluz, cada día mas desesperado porque no encuentra los apoyos que necesita para que Susana Díaz sea presidenta, está ofreciendo importantes ventajas, privilegios y cargos al partido que acceda a facilitar la investidura, una tentación en la que antes se caía fácilmente pero que ahora, con los ciudadanos vigilantes e indignados pendientes de los pactos y componendas, resulta difícil de justificar.
Los votantes de Ciudadanos y Podemos están indignados con las direcciones de sus respectivos partidos, que parecen flaquear ante los cantos de sirena y promesas de Susana y sus socialistas. Si algúna debilidad o pacto de esas nuevas formaciones permitiera que los socialistas sigan gobernando Andalucía, se producirá una desbandada de los votos ilusionados y esperanzados que hoy apoyan a Podemos y a Ciudadanos como partidos pilotos de un cambio necesario en España y, sobre todo, en Andalucía, donde la injusticia, los recortes de servicios y derechos, el desempleo, el avance de la pobreza, el abuso de poder y la corrupción en todas sus vertientes han adquirido dimensiones altamente preocupantes.
¿Acaso creen que un partido como el PSOE de Andalucía, que lleva mas de treinta años nadando en la corrupción, el clientelismo, el amiguismo y decenas de modalidades de abuso de poder, va a cambiar de conducta cuando su poder se basa, precisamente, en el reparto de privilegios y ventajas entre los suyos?
Es evidente que el PSOE y Susana Diaz pueden prometer todo lo que sea necesario con tal de alcanzar el poder porque saben que sin nada que repartir entre sus clientes y militantes, el partido, que ya no posee ni ideología, ni altruismo, ni grandeza, se diluirá como un azucarillo.
El apoyo a la investidura de Susana Díaz ha convertido en un verdadero test para los partidos políticos, que se sienten presionados por esa parte de la ciudadanía andaluza que no se explica cómo los socialistas han sido votados y premiados con la victoria electoral a pesar de que son protagonistas y culpables de terribles casos de corrupción y que son también los principales responsables del atraso y las carencias de Andalucía, que ocupa desde hace décadas un lugar de honor en la cola de Europa.
El PSOE, para obtener los votos que necesita para gobernar, ha ofrecido a los partidos privilegios y cargos, como ha hecho siempre, pero el problema es que ahora hay millones de ciudadanos que están atentos y vigilantes y no quieren pactos con los corruptos.
Los socialistas tienen una larga tradición y experiencia en gobernar con partidos distintos, a los que han atraído siempre a cambio de poder y privilegios. En el pasado, han gobernado Andalucía con el Partido Andalucísta y con Izquierda Unida, dos partidos a los que los ciudadanos castigaron después por haber vendido su ideología y principios a cambio de participar en el reparto de la tarta.
En el presente, el PSOE andaluz, cada día mas desesperado porque no encuentra los apoyos que necesita para que Susana Díaz sea presidenta, está ofreciendo importantes ventajas, privilegios y cargos al partido que acceda a facilitar la investidura, una tentación en la que antes se caía fácilmente pero que ahora, con los ciudadanos vigilantes e indignados pendientes de los pactos y componendas, resulta difícil de justificar.
Los votantes de Ciudadanos y Podemos están indignados con las direcciones de sus respectivos partidos, que parecen flaquear ante los cantos de sirena y promesas de Susana y sus socialistas. Si algúna debilidad o pacto de esas nuevas formaciones permitiera que los socialistas sigan gobernando Andalucía, se producirá una desbandada de los votos ilusionados y esperanzados que hoy apoyan a Podemos y a Ciudadanos como partidos pilotos de un cambio necesario en España y, sobre todo, en Andalucía, donde la injusticia, los recortes de servicios y derechos, el desempleo, el avance de la pobreza, el abuso de poder y la corrupción en todas sus vertientes han adquirido dimensiones altamente preocupantes.
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