Ayer, 2 de diciembre, se celebró el día internacional para la abolición de la esclavitud, una conmemoración de extraordinaria vigencia y actualidad porque la esclavitud, con toda su carga de miseria e inhumanidad, sigue presente en el siglo XXI, con sus víctimas, sus muertos, sus negreros y con su degradación y vergüenza colectiva para el ser humano.
Ser esclavo en el presente siglo no es, como en el pasado, ser propiedad de otro, sino carecer de libertad y no tener el suficiente control sobre la vida propia para vivirla con dignidad y decencia. Las principales masas esclavizadas en los tiempos presentes son los simples ciudadanos que ha sido privados de derechos tan básicos como poder trabajar, sentirse protegidos o tener acceso a la verdad, y los principales negreros y esclavistas del presente son aquellos políticos que gobiernan a sus pueblos basados en el abuso de poder, la mentira, el despilfarro y la corrupción en todas sus facetas.
Las modernas imágenes de los esclavos son la de las prostitutas que son obligadas a ejercer, la de los niños obligados a trabajar con cinco años, la de los niños soldados, la de los ciudadanos empobrecidos y sin protección que pasan hambre y son empujados hacia la desesperación y el suicidio, la de aquellos que son víctimas de la injusticia, de los que son expulsados injustamente de sus hogares, de los que son aplastados por los poderosos, de los que ni siquiera tienen la oportunidad de trabajar y de alimentar a sus familias, de los que no tienen asistencia sanitaria para curar sus enfermedades, de los que tienen que contemplar desde su miseria la opulencia de los ricos y poderosos y un largo etcétera de degradaciones y miserias que convierten este siglo XXI en un siglo pleno de esclavitud y degradación humana.
Hay mil formas de esclavitud vigentes en nuestro tiempo, incluyendo la tan común y extendida de ser privado por los políticos de los derechos humanos básicos, de los logros adquiridos y de las libertades ganadas.
Naciones Unidas ha declarado que la lucha contra la esclavitud no es una opción sino un deber para el género humano.
¡Luchemos!
Ser esclavo en el presente siglo no es, como en el pasado, ser propiedad de otro, sino carecer de libertad y no tener el suficiente control sobre la vida propia para vivirla con dignidad y decencia. Las principales masas esclavizadas en los tiempos presentes son los simples ciudadanos que ha sido privados de derechos tan básicos como poder trabajar, sentirse protegidos o tener acceso a la verdad, y los principales negreros y esclavistas del presente son aquellos políticos que gobiernan a sus pueblos basados en el abuso de poder, la mentira, el despilfarro y la corrupción en todas sus facetas.
Las modernas imágenes de los esclavos son la de las prostitutas que son obligadas a ejercer, la de los niños obligados a trabajar con cinco años, la de los niños soldados, la de los ciudadanos empobrecidos y sin protección que pasan hambre y son empujados hacia la desesperación y el suicidio, la de aquellos que son víctimas de la injusticia, de los que son expulsados injustamente de sus hogares, de los que son aplastados por los poderosos, de los que ni siquiera tienen la oportunidad de trabajar y de alimentar a sus familias, de los que no tienen asistencia sanitaria para curar sus enfermedades, de los que tienen que contemplar desde su miseria la opulencia de los ricos y poderosos y un largo etcétera de degradaciones y miserias que convierten este siglo XXI en un siglo pleno de esclavitud y degradación humana.
Hay mil formas de esclavitud vigentes en nuestro tiempo, incluyendo la tan común y extendida de ser privado por los políticos de los derechos humanos básicos, de los logros adquiridos y de las libertades ganadas.
Naciones Unidas ha declarado que la lucha contra la esclavitud no es una opción sino un deber para el género humano.
¡Luchemos!
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