España sufre una aguda crisis económica, que tiene postrados tres millones de familias en el umbral de la pobreza, que a duras penas se mantienen gracias a Cáritas y otros servicios humanitarios y los seis millones de parados que no encuentran colocación y los precios por las nubes; más la crisis político-social, educacional y ética.
El pueblo español anda acogotado por los recortes y las duras medidas, una presión fiscal descomunal con impuestos agobiantes, las clases medias han perdido su poder adquisitivo, arruinadas pasean su miseria en la tristeza, creada por unos políticos y sindicatos necios y manirrotos, que viven del erario público con sueldos opíparos sin recortar ni un ápice y de subvenciones estatales millonarias, para agasajos, mariscadas y jamones; ellos andan ajenos al hambre, en el derroche y en el gasto superfluo y, para colmo, los partidos políticos se suben el sueldo un 27,9%, para el próximo año, según los Presupuestos Generales del Estado. En la política, la independencia de los tres poderes está muerta, los nacionalismos virulentos con su ataque secesionista ponen en jaque la unidad de España, mientras el Gobierno calla y espera, no sabemos a qué; los partidos no son capaces de pactos, para salvar la soberanía y la convivencia. El Estado de la Autonomías ha periclitado, España entra en una nueva etapa, anda a la búsqueda de su ser, de las virtudes nacionales propias y consistentes que la asienten en el s. XXI; habrá que reformar la Constitución y dar un nuevo giro. Nación Invertebrada, decía Ortega. España no puede mantener el río de dineros que suponen las “autonosuyas”, todas en quiebra técnica, y cuyo dispendio es la rémora de nuestra economía, que no puede con cuatro administraciones; los taifas de gasto y dispendio, no dan respiro al Estado ni le ayudan a mantenerse, por el contrario son frecuentes sus ataques al orden constitucional. España ha de dar un frenazo, las leyes carecen de vigencia, dado que en la alternancia de izquierdas y derechas se derogan, para redactarlas al gusto ideológico y muchas necesitan reforma urgente, como la Ley Electoral; la corrupción galopa en casi todas las esferas y arruina la hacienda, la honradez y el trabajo por el “bien común”, concepto hoy desconocido y en desuso.
A su vez, la gente vive la crisis ética en el resquemor arrastrado por los ajustes con el asco del hedor que levanta la corrupción de la partitocracia y con la zozobra del triste futuro que no despunta; todo ello produce el hastío y el rechazo por los abusos de la casta política, que instalada en la poltrona y la mangancia no reduce el despilfarro ni recorta sus altos emolumentos ni el monstruoso estado “autonosuyo”; el disgusto se aprecia en la calle, en las innumerables víctimas del desastre económico e institucional, que exigen al Gobierno fortaleza, que use la vara de mando y se deje de tantas contemplaciones y parsimonias; no se ve la mejora, se vive el temor y el disgusto; el pueblo quiere recuperar sus esencias, la estabilidad y confianza; ha de sacudirse esta rampante mezquindad que lo envuelve, la inconsistencia y el igualitarismo a la baja de los siete años de desbarajuste. Tras las elecciones de noviembre del 2011, pareció que vendría la regeneración, pero la esperanza de la apertura de un cambio duradero voló. Rajoy tendría que haber entrado pisando fuerte, con imposición y autoridad y un nuevo lenguaje, pero todo se ha deshecho, planea la imagen del símil de un nuevo Zapatero; los valores éticos y sociales se fueron y sin ellos estamos; así nos ha ido y va, es para llorar.
Y, en fin, la crisis educacional continua; en España, estos años de Democracia han visto nacer 12 leyes educativas, desde la LGE de Villar Palasí en 1970, hasta esta de Wert, entre las que sobresalen la LOGSE de Maravall en 1990, que han durado una media de seis años; así, de ningún modo, puede dar resultados un modelo educativo; la casta política sigue convirtiendo la educación en terreno de contienda ideológica; derogando e imponiendo nuevas leyes de educación, España no alcanzará nunca un sistema educativo robusto, duradero y eficiente, seguiremos sin el respeto exterior y ocupando los puestos inferiores de la clasificación europea, sin respeto de los mercados ni capacidad para competir en los ámbitos internacionales. Ante la relación de deficiencias y fallos del sistema educativo español, la sociedad viene reclamando la necesidad de una reforma educativa a fondo. La enseñanza, en su degradación, ha perdido calidad y robustez, ahí están los desoladores informes de PISA que nos colocan a la cola de Europa por el escandaloso nivel de fracaso escolar.
C. Mudarra
El pueblo español anda acogotado por los recortes y las duras medidas, una presión fiscal descomunal con impuestos agobiantes, las clases medias han perdido su poder adquisitivo, arruinadas pasean su miseria en la tristeza, creada por unos políticos y sindicatos necios y manirrotos, que viven del erario público con sueldos opíparos sin recortar ni un ápice y de subvenciones estatales millonarias, para agasajos, mariscadas y jamones; ellos andan ajenos al hambre, en el derroche y en el gasto superfluo y, para colmo, los partidos políticos se suben el sueldo un 27,9%, para el próximo año, según los Presupuestos Generales del Estado. En la política, la independencia de los tres poderes está muerta, los nacionalismos virulentos con su ataque secesionista ponen en jaque la unidad de España, mientras el Gobierno calla y espera, no sabemos a qué; los partidos no son capaces de pactos, para salvar la soberanía y la convivencia. El Estado de la Autonomías ha periclitado, España entra en una nueva etapa, anda a la búsqueda de su ser, de las virtudes nacionales propias y consistentes que la asienten en el s. XXI; habrá que reformar la Constitución y dar un nuevo giro. Nación Invertebrada, decía Ortega. España no puede mantener el río de dineros que suponen las “autonosuyas”, todas en quiebra técnica, y cuyo dispendio es la rémora de nuestra economía, que no puede con cuatro administraciones; los taifas de gasto y dispendio, no dan respiro al Estado ni le ayudan a mantenerse, por el contrario son frecuentes sus ataques al orden constitucional. España ha de dar un frenazo, las leyes carecen de vigencia, dado que en la alternancia de izquierdas y derechas se derogan, para redactarlas al gusto ideológico y muchas necesitan reforma urgente, como la Ley Electoral; la corrupción galopa en casi todas las esferas y arruina la hacienda, la honradez y el trabajo por el “bien común”, concepto hoy desconocido y en desuso.
A su vez, la gente vive la crisis ética en el resquemor arrastrado por los ajustes con el asco del hedor que levanta la corrupción de la partitocracia y con la zozobra del triste futuro que no despunta; todo ello produce el hastío y el rechazo por los abusos de la casta política, que instalada en la poltrona y la mangancia no reduce el despilfarro ni recorta sus altos emolumentos ni el monstruoso estado “autonosuyo”; el disgusto se aprecia en la calle, en las innumerables víctimas del desastre económico e institucional, que exigen al Gobierno fortaleza, que use la vara de mando y se deje de tantas contemplaciones y parsimonias; no se ve la mejora, se vive el temor y el disgusto; el pueblo quiere recuperar sus esencias, la estabilidad y confianza; ha de sacudirse esta rampante mezquindad que lo envuelve, la inconsistencia y el igualitarismo a la baja de los siete años de desbarajuste. Tras las elecciones de noviembre del 2011, pareció que vendría la regeneración, pero la esperanza de la apertura de un cambio duradero voló. Rajoy tendría que haber entrado pisando fuerte, con imposición y autoridad y un nuevo lenguaje, pero todo se ha deshecho, planea la imagen del símil de un nuevo Zapatero; los valores éticos y sociales se fueron y sin ellos estamos; así nos ha ido y va, es para llorar.
Y, en fin, la crisis educacional continua; en España, estos años de Democracia han visto nacer 12 leyes educativas, desde la LGE de Villar Palasí en 1970, hasta esta de Wert, entre las que sobresalen la LOGSE de Maravall en 1990, que han durado una media de seis años; así, de ningún modo, puede dar resultados un modelo educativo; la casta política sigue convirtiendo la educación en terreno de contienda ideológica; derogando e imponiendo nuevas leyes de educación, España no alcanzará nunca un sistema educativo robusto, duradero y eficiente, seguiremos sin el respeto exterior y ocupando los puestos inferiores de la clasificación europea, sin respeto de los mercados ni capacidad para competir en los ámbitos internacionales. Ante la relación de deficiencias y fallos del sistema educativo español, la sociedad viene reclamando la necesidad de una reforma educativa a fondo. La enseñanza, en su degradación, ha perdido calidad y robustez, ahí están los desoladores informes de PISA que nos colocan a la cola de Europa por el escandaloso nivel de fracaso escolar.
C. Mudarra
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